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![La masa enfurecida: Cómo las políticas de identidad llevaron al mundo a la locura (ATALAYA) (Spanish Edition) par [Douglas Murray, David Paradela López]](https://m.media-amazon.com/images/I/51++g+smELL._SY346_.jpg)
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Las masas se han vuelto locas. Basta con seguir las redes sociales o los medios de comunicación para ser testigos de la histeria colectiva en la que se ha convertido el debate político. Cada día alguien nuevo clama que algo le ha ofendido: un cartel que cosifica, una conferencia que debe ser censurada, una palabra que degrada. Vivimos en la tiranía de la corrección política, en un mundo sin género, ni razas ni sexo y en el que proliferan las personas que se confiesan víctimas de algo (el heteropatriarcado, la bifobia o el racismo). Ser víctima es ya una aspiración, una etiqueta que nos eleva moralmente y que nos ahorra tener que argumentar nada. Pero como nos recuerda Douglas Murray en este polémico libro que ha sido menospreciado por la izquierda biempensante y que se ha con - vertido en un fenómeno de ventas sin precedente en el Reino Unido: «La víctima no siempre tiene razón, no siempre tiene que caernos bien, no siempre merece elogio y, de hecho, no siempre es víctima». Con un estilo provocador y una estructura argumentativa sin fisuras, el autor trata de introducir algo de sentido común en el debate público, al tiempo que aboga con vehemencia por valores como la libertad de expresión y la serenidad actuales.
- LangueEspagnol
- ÉditeurEdiciones Península
- Date de publication15 septembre 2020
- Taille du fichier1905 KB
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Détails sur le produit
- ASIN : B08F12L7W9
- Éditeur : Ediciones Península (15 septembre 2020)
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El libro analiza en detalle cuatro de estos grupos "oprimidos", que empezaron en sus orígenes presentado unas reivindicaciones razonables y justas, pero que bajo el influjo de esta nueva ideología han pasado al extremo de exigir, incluso con violencia, unas reivindicaciones completamente disparatadas. Estos cuatro grupos son el de los homosexuales (después ampliado con lesbianas, bisexuales y otras variantes), las feministas, las minorías raciales, y los transexuales.
Es un libro muy interesante para reparar en las numerosas contradicciones e incongruencias de esta nueva ideología, que ha sabido hacerse con una masa de fanáticos seguidores y que no pretende corregir algunas de las inevitables imperfecciones de cualquier sociedad, sino destruirla para volver a edificarla sobre unos nuevos pilares que no sabemos exactamente cuáles son ni a dónde nos pueden a llevar.

Todos los colectivos que comparecen en este libro se esfuerzan por presentarse como «agraviados» porque saben que el agravio confiere superioridad moral, poder político y desde luego mediático. Murray destaca repetidamente la capacidad amplificadora de las redes sociales para rastrear el pasado, perseguir y castigar a los infractores de lo políticamente correcto hoy.
Para negar el progreso moral, que muy palpablemente ha tenido lugar en el trato de las mujeres, los negros o los homosexuales en las últimas décadas, se nos hace creer falsamente que las cosas están peor que nunca en estos asuntos. O que ahora la discriminación es más insidiosa o hasta inconsciente y, por tanto, más aviesamente difícil de percibir. Los países más avanzados en la defensa de los derechos de las mujeres, los homosexuales, las minorías raciales o los trans son precisamente aquellos que los activistas en estas cuestiones presentan como los peores del planeta. Es más, tales activistas se muestran reacios a denunciar la persecución muy real de estos colectivos en países no occidentales por considerarlo una muestra de arrogancia etnocentrista e imperialismo cultural típico de los occidentales. A pesar de lo cual la homosexualidad, por ejemplo, es todavía ilegal en 73 países, 8 de los cuales la castigan con la pena de muerte. Ninguno de ellos es un país occidental.
Las «minorías oprimidas» no buscan sólo la igualdad de trato, sino, ya puestos, la «discriminación positiva» (un caso claro de oxímoron: ¿cómo va ser positiva una discriminación?), un trato de favor, un privilegio. No quieren que la justicia sea ciega al sexo, al color de la piel o a la orientación sexual, sino que tenga los ojos bien abiertos y trate como mejores, no como iguales, a las mujeres, los negros, los homosexuales y los trans.
Pero no se piense que todos los agraviables están al mismo nivel ni se llevan bien entre ellos. Los agraviables forman un podio, en lo más alto del cual están ahora mismo los trans. Incluso feministas de probada ejecutoria, como Julie Bindel, Suzanne Moore, Julie Burchill o Germaine Greer fueron perseguidas sin piedad por poner en duda que un hombre que migra de sexo y se convierte en mujer tras una operación quirúrgica lo sea de verdad. Pasaron de ser heroínas del feminismo a hediondas tránsfobas.
Otro de los motivos de fricción entre las mujeres (feministas o no) y los trans procede de la participación de mujeres trans en competiciones deportivas femeninas. Por ejemplo, una de las participantes del campeonato mundial de ciclismo en pista celebrado en California en 2018 impugnó la medalla de oro de Rachel McKinnon, una mujer transexual. Casos similares se dieron con Hannah Mouncey en balonmano o Laurel Hubbard en halterofilia, entre otros.
Encuentro de lo más sensatas las palabras con las que Douglas Murray cierra su libro: «Pretender que el sexo, la sexualidad y el color de la piel no significan nada sería ridículo. Pero pretender que lo son todo sería nefasto».

Quizá en un intento por buscar un título interesante, llamarlo "La masa enfurecida" recuerda el título de Ortega y Gasset "la rebelión de las masas", pero lo que me pareció un guiño interesante, es solo un burdo uso o abuso para dar título a un libro tendencioso, nada objetivo y muy muy muy inclinado hacia el pensamiento ultraconservador.
No lo recomiendo.

