Options d'achat
Prix livre imprimé : | EUR 10,95 |
Prix Kindle : | EUR 7,49 Économisez EUR 3,46 (32%) |
TVA incluse | |
Le prix Kindle a été fixé par l'éditeur. |

Téléchargez l'application Kindle gratuite et commencez à lire des livres Kindle instantanément sur votre smartphone, tablette ou ordinateur - aucun appareil Kindle n'est requis. En savoir plus
Lisez instantanément sur votre navigateur avec Kindle Cloud Reader.
Utilisation de l'appareil photo de votre téléphone portable - scannez le code ci-dessous et téléchargez l'application Kindle.

![Corazón tan blanco (edición especial 25º aniversario) (Spanish Edition) par [Javier Marías]](https://m.media-amazon.com/images/I/41F73pgKPOL._SY346_.jpg)
Corazón tan blanco (edición especial 25º aniversario) (Spanish Edition) Format Kindle
Javier Marías (Auteur) Trouver tous les livres, en savoir plus sur l'auteur. Voir résultats de recherche pour cet auteur |
Prix Amazon | Neuf à partir de | Occasion à partir de |
Livres audio Audible, Version intégrale
"Veuillez réessayer" |
0,00 €
| Gratuit avec l'offre d'essai Audible |
Edición conmemorativa para celebrar el 25.º aniversario de Corazón tan blanco, una de las novelas fundamentales de la literatura española contemporánea, que incorpora un prólogo escrito por el autor para la ocasión.
Un volumen que da cuenta del fenómeno editorial en el que se convirtió este clásico contemporáneo.
«No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola...»
Así comienza esta novela magistral de Javier Marías. Pero «eso fue hace mucho tiempo», según añade el narrador: ahora es él quien está recién casado, con Luisa, y en su propio viaje de novios, estando en La Habana, ve desde el balcón de su hotel a una mujer desconocida que espera en la calle y que durante unos segundos lo confundirá con la persona con quien se ha citado. A partir de entonces el narrador sentirá un creciente e inexplicable malestar («presentimientos de desastre») ante su recién inaugurado matrimonio, e intuirá que la explicación tal vez esté en el pasado y por tanto en su propio origen, ya que su padre, Ranz, hubo de casarse tres veces para que él pudiera nacer. Lejos del investigador, el narrador de esta novela es, por el contrario, un hombre que prefiere no saber, consciente de lo peligroso que resulta escuchar y de que, una vez oídas las cosas, ya no pueden olvidarse.
La vigorosa e hipnótica prosa de Javier Marías configura en espiral esta extraordinaria novela en la que están presentes los grandes temas de su narrativa: el secreto y su posible conveniencia, el matrimonio, el asesinato, la instigación, la sospecha, el hablar y el callar, y los corazones que poco a poco se van tiñendo y acaban sabiendo lo que nunca quisieron saber.
Editada en 44 países y traducida a 37 idiomas, con 2.300.000 ejemplares vendidos en todo el mundo, Corazón tan blanco fue premiada internacionalmente, suscitó la aclamación de la crítica más exigente y el entusiasmo de los lectores, sin distinción de lenguas, para convertirse en un clásico de nuestros días. Para celebrar el aniversario con los lectores, se han reunido en este volumen conmemorativo algunas imágenes del manuscrito original, reseñas de la recepción del libro en España y en el extranjero, entrevistas concedidas por el autor a los medios, varios artículos de grandes especialistas en la obra de Marías y una carta inédita que Juan Benet le envió desde Australia con sus impresiones de lectura. El libro recoge también seis textos en los que el propio escritor aborda cuestiones en torno al mundo de su obra más premiada; asimismo, se reproducen unas evocativas fotografías de dos niñas que encontró entre las páginas de un libro antiguo y que, según confiesa Javier Marías, fueron uno de los orígenes de la novela.
Reseñas:
«Su mejor y más ambiciosa novela.»
El País
«La ironía unida a la intriga, el deslumbrante talento para la observación, pero sobre todo el conocimiento acerca del riesgo de lo que se dice, de la instigación que llega de la palabra al hecho, hacen de los lectores de Marías unos completos cómplices.»
Katrin Hillgruber, Der Tagesspiegel
«Javier Marías es un asombrosamente hábil constructor de novelas, un ingenio de la trama y de los inmensos enredos que hay en la vida interior de sus personajes.»
Hellmuth Karasek, Der Spiegel
«Corazón tan blanco es una grandiosa novela donde Javier Marías se muestra como un brillante psicólogo de los que ocultan el diagnóstico al paciente.»
Paul Ingendaay, Frankfurter Allgemeine Zeitung
«Corran, cómprenla, léanla.»
Andreas Isenschmid, Die Weltwoche<
- LangueEspagnol
- ÉditeurALFAGUARA
- Date de publication6 avril 2011
- Taille du fichier7831 KB
Description du produit
Biographie de l'auteur
Extrait
but I shame to wear a heart so white.’
SHAKESPEARE
o bien
‘Mis manos son de tu color;
pero me avergüenzo de llevar un corazón tan blanco.’
No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre, que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados. Cuando se oyó la detonación, unos cinco minutos después de que la niña hubiera abandonado la mesa, el padre no se levantó en seguida, sino que se quedó durante algunos segundos paralizado con la boca llena, sin atreverse a masticar ni a tragar ni menos aún a devolver el bocado al plato; y cuando por fin se alzó y corrió hacia el cuarto de baño, los que lo siguieron vieron cómo mientras descubría el cuerpo ensangrentado de su hija y se echaba las manos a la cabeza iba pasando el bocado de carne de un lado a otro de la boca, sin saber todavía qué hacer con él. Llevaba la servilleta en la mano, y no la soltó hasta que al cabo de un rato reparó en el sostén tirado sobre el bidet, y entonces lo cubrió con el paño que tenía a mano o tenía en la mano y sus labios habían manchado, como si le diera más vergüenza la visión de la prenda íntima que la del cuerpo derribado y semidesnudo con el que la prenda había estado en contacto hasta hacía muy poco: el cuerpo sentado a la mesa o alejándose por el pasillo o también de pie. Antes, con gesto automático, el padre había cerrado el grifo del lavabo, el del agua fría, que estaba abierto con mucha presión. La hija había estado llorando mientras se ponía ante el espejo, se abría la blusa, se quitaba el sostén y se buscaba el corazón, porque, tendida en el suelo frío del cuarto de baño enorme, tenía los ojos llenos de lágrimas, que no se habían visto durante el almuerzo ni podían haber brotado después de caer sin vida. En contra de su costumbre y de la costumbre general, no había echado el pestillo, lo que hizo pensar al padre (pero brevemente y sin pensarlo apenas, en cuanto tragó) que quizá su hija, mientras lloraba, había estado esperando o deseando que alguien abriera la puerta y le impidiera hacer lo que había hecho, no por la fuerza sino con su mera presencia, por la contemplación de su desnudez en vida o con una mano en el hombro. Pero nadie (excepto ella ahora, y porque ya no era una niña) iba al cuarto de baño durante el almuerzo. El pecho que no había sufrido el impacto resultaba bien visible, maternal y blanco y aún firme, y fue hacia él hacia donde se dirigieron instintivamente las primeras miradas, más que nada para evitar dirigirse al otro, que ya no existía o era sólo sangre. Hacía muchos años que el padre no había visto ese pecho, dejó de verlo cuando se transformó o empezó a ser maternal, y por eso no sólo se sintió espantado, sino también turbado. La otra niña, la hermana, que sí lo había visto cambiado en su adolescencia y quizá después, fue la primera en tocarla, y con una toalla (su propia toalla azul pálido, que era la que tenía tendencia a coger) se puso a secarle las lágrimas del rostro mezcladas con sudor y con agua, ya que antes de que se cerrara el grifo, el chorro había estado rebotando contra la loza y habían caído gotas sobre las mejillas, el pecho blanco y la falda arrugada de su hermana en el suelo. También quiso, apresuradamente, secarle la sangre como si eso pudiera curarla, pero la toalla se empapó al instante y quedó inservible para su tarea, también se tiñó. En vez de dejarla empaparse y cubrir el tórax con ella, la retiró en seguida al verla tan roja (era su propia toalla) y la dejó colgada sobre el borde de la bañera, desde donde goteó. Hablaba, pero lo único que acertaba a decir era el nombre de su hermana, y a repetirlo. Uno de los invitados no pudo evitar mirarse en el espejo a distancia y atusarse el pelo un segundo, el tiempo suficiente para notar que la sangre y el agua (pero no el sudor) habían salpicado la superficie y por tanto cualquier reflejo que diera, incluido el suyo mientras se miró. Estaba en el umbral, sin entrar, al igual que los otros dos invitados, como si pese al olvido de las reglas sociales en aquel momento, consideraran que sólo los miembros de la familia tenían derecho a cruzarlo. Los tres asomaban la cabeza tan sólo, el tronco inclinado como adultos escuchando a niños, sin dar el paso adelante por asco o respeto, quizá por asco, aunque uno de ellos era médico (el que se vio en el espejo) y lo normal habría sido que se hubiera abierto paso con seguridad y hubiera examinado el cuerpo de la hija, o al menos, rodilla en tierra, le hubiera puesto en el cuello dos dedos. No lo hizo, ni siquiera cuando el padre, cada vez más pálido e inestable, se volvió hacia él y, señalando el cuerpo de su hija, le dijo ‘Doctor’, en tono de imploración pero sin ningún énfasis, para darle la espalda a continuación, sin esperar a ver si el médico respondía a su llamamiento. No sólo a él y a los otros les dio la espalda, sino también a sus hijas, a la viva y a la que no se atrevía a dar aún por muerta, y, con los codos sobre el lavabo y las manos sosteniendo la frente, empezó a vomitar cuanto había comido, incluido el pedazo de carne que acababa de tragarse sin masticar. Su hijo, el hermano, que era bastante más joven que las dos niñas, se acercó a él, pero a modo de ayuda sólo logró asirle los faldones de la chaqueta, como para sujetarlo y que no se tambaleara con las arcadas, pero para quienes lo vieron fue más bien un gesto que buscaba amparo en el momento en que el padre no se lo podía dar. Se oyó silbar un poco. El chico de la tienda, que a veces se retrasaba con el pedido hasta la hora de comer y estaba descargando sus cajas cuando sonó la detonación, asomó también la cabeza silbando, como suelen hacer los chicos al caminar, pero en seguida se interrumpió (era de la misma edad que aquel hijo menor), en cuanto vio unos zapatos de tacón medio descalzados o que sólo se habían desprendido de los talones y una falda algo subida y manchada —unos muslos manchados—, pues desde su posición era cuanto de la hija caída se alcanzaba a ver. Como no podía preguntar ni pasar, y nadie le hacía caso y no sabía si tenía que llevarse cascos de botellas vacíos, regresó a la cocina silbando otra vez (pero ahora para disipar el miedo o aliviar la impresión), suponiendo que antes o después volvería a aparecer por allí la doncella, quien normalmente le daba las instrucciones y no se hallaba ahora en su zona ni con los del pasillo, a diferencia de la cocinera, que, como miembro adherido de la familia, tenía un pie dentro del cuarto de baño y otro fuera y se limpiaba las manos con el delantal, o quizá se santiguaba con él. La doncella, que en el momento del disparo había soltado sobre la mesa de mármol del office las fuentes vacías que acababa de traer, y por eso lo había confundido con su propio y simultáneo estrépito, había estado colocando luego en una bandeja, con mucho tiento y poca mano —mientras el chico vaciaba sus cajas con ruido también—, la tarta helada que le habían mandado comprar aquella mañana por haber invitados; y una vez lista y montada la tarta, y cuando hubo calculado que en el comedor habrían terminado el segundo plato, la había llevado hasta allí y la había depositado sobre una mesa en la que, para su desconcierto, aún había restos de carne y cubiertos y servilletas soltados de cualquier manera sobre el mantel y ningún comensal (sólo había un plato totalmente limpio, como si uno de ellos, la hija mayor, hubiera comido más rápido y lo hubiera rebañado además, o bien ni siquiera se hubiera servido carne). Se dio cuenta entonces de que, como solía, había cometido el error de llevar el postre antes de retirar los platos y poner otros nuevos, pero no se atrevió a recoger aquéllos y amontonarlos por si los comensales ausentes no los daban por finalizados y querían reanudar (quizá debía haber traído fruta también). Como tenía ordenado que no anduviera por la casa durante las comidas y se limitara a hacer sus recorridos entre la cocina y el comedor para no importunar ni distraer la atención, tampoco se atrevió a unirse al murmullo del grupo agrupado a la puerta del cuarto de baño por no sabía aún qué motivo, sino que se quedó esperando, las manos a la espalda y la espalda contra el aparador, mirando con aprensión la tarta que acababa de dejar en el centro de la mesa desierta y preguntándose si no debería devolverla a la nevera al instante, dado el calor. Canturreó un poco, levantó un salero caído, sirvió vino a una copa vacía, la de la mujer del médico, que bebía rápido. Al cabo de unos minutos de contemplar cómo esa tarta empezaba a perder consistencia, y sin verse capaz de tomar una decisión, oyó el timbre de la puerta de entrada, y como una de sus funciones era atenderla, se ajustó la cofia, se puso el delantal más recto, comprobó que sus medias no estaban torcidas y salió al pasillo. Echó un vistazo fugaz a su izquierda, hacia donde estaba el grupo cuyos murmullos y exclamaciones había oído intrigada, pero no se entretuvo ni se acercó y fue hacia la derecha, como era su obligación. Al abrir se encontró con risas que terminaban y con un fuerte olor a colonia (el descansillo a oscuras) procedente del hijo mayor de la familia o del reciente cuñado que había regresado de su viaje de bodas no hacía mucho, pues llegaban los dos a la vez, posiblemente porque habían coincidido en la calle o en el portal (sin duda venían a tomar café, pero nadie había hecho aún el café). La doncella casi rió por contagio, se hizo a un lado y los dejó pasar, y aún tuvo tiempo de ver cómo cambiaba en seguida la expresión de sus rostros y se apresuraban por el pasillo hacia el cuarto de baño de la multitud. El marido, el cuñado, corría detrás muy pálido, con una mano sobre el hombro del hermano, como si quisiera frenarlo para que no viera lo que podía ver, o bien agarrarse a él. La doncella no regresó ya al comedor, sino que los siguió, apretando también el paso por asimilación, y cuando llegó a la puerta del cuarto de baño volvió a notar, aún más fuerte, el olor a colonia buena de uno de los caballeros o de los dos, como si se hubiera derramado un frasco o lo hubiera acentuado un repentino sudor. Se quedó allí sin entrar, con la cocinera y con los invitados, y vio, de reojo, que el chico de la tienda pasaba ahora silbando de la cocina al comedor, buscándola seguramente; pero estaba demasiado asustada para llamarle o reñirle o hacerle caso. El chico, que había visto bastante con anterioridad, sin duda permaneció un buen rato en el comedor y luego se fue sin decir adiós ni llevarse los cascos de botellas vacíos, ya que cuando horas después la tarta derretida fue por fin retirada y arrojada a la basura envuelta en papel, le faltaba una considerable porción que ninguno de los comensales se había comido y la copa de la mujer del médico volvía a estar sin vino. Todo el mundo dijo que Ranz, el cuñado, el marido, mi padre, había tenido muy mala suerte, ya que enviudaba por segunda vez.
Eso fue hace mucho tiempo, cuando yo aún no había nacido ni tenía la menor posibilidad de nacer, es más, sólo a partir de entonces tuve posibilidad de nacer. Ahora mismo yo estoy casado y no hace ni un año que regresé de mi viaje de bodas con Luisa, mi mujer, a la que conozco desde hace sólo veintidós meses, un matrimonio rápido, bastante rápido para lo mucho que siempre se dice que hay que pensárselo, incluso en estos tiempos precipitados que no tienen nada que ver con aquellos aunque no estén muy lejanos (los separa, por ejemplo, una sola vida incompleta o quizá ya mediada, mi propia vida, o la de Luisa), en que todo era reflexivo y pausado y todo tenía peso, hasta las tonterías, no digamos las muertes, y las muertes por la propia mano, como esa muerte de quien debió ser mi tía Teresa y a la vez no podría haberlo sido nunca y fue sólo Teresa Aguilera, sobre la que he ido sabiendo poco a poco, nunca a través de su hermana menor, mi madre, que casi siempre callaba durante mi infancia y mi adolescencia y luego murió también y calló para siempre, sino a través de personas más distantes o accidentales, y por fin a través de Ranz, el marido de ambas y también de otra mujer extranjera con la que yo no guardo parentesco.
La verdad es que si en tiempos recientes he querido saber lo que sucedió hace mucho ha sido justamente a causa de mi matrimonio (pero más bien no he querido, y lo he sabido). Desde que lo contraje (y es un verbo en desuso, pero muy gráfico y útil) empecé a tener toda suerte de presentimientos de desastre, de forma parecida a como cuando se contrae una enfermedad, de las que jamás se sabe con certidumbre cuándo uno podrá curarse. La frase hecha cambiar de estado, que normalmente se emplea a la ligera y por ello quiere decir muy poco, es la que me parece más adecuada y precisa en mi caso, y le confiero gravedad, en contra de la costumbre. Del mismo modo que una enfermedad cambia tanto nuestro estado como para obligarnos a veces a interrumpirlo todo y guardar cama durante días incalculables y a ver el mundo ya sólo desde nuestra almohada, mi matrimonio vino a suspender mis hábitos y aun mis convicciones, y, lo que es más decisivo, también mi apreciación del mundo. Quizá porque fue un matrimonio algo tardío, mi edad era de treinta y cuatro años cuando lo contraje. --Ce texte fait référence à l'édition kindle_edition.
Un mot de l'auteur
Javier Marías (Madrid, 1951) es autor de quince novelas, entre ellas El hombre sentimental (Premio Ennio Flaiano), Todas las almas (Premio Ciudad de Barcelona), Corazón tan blanco (Premio de la Crítica, IMPAC Dublin Literary Award, Prix l#Oeil et la Lettre), Mañana en la batalla piensa en mí (Premio Rómulo Gallegos, Prix Femina Étranger, Premio Mondello, Premio Fastenrath), Negra espalda del tiempo, los tres volúmenes de Tu rostro mañana (Fiebre y lanza, Baile y sueño y Veneno y sombra y adiós), Los enamoramientos (Premio Tomasi di Lampedusa, Mejor Libro del Año en Babelia, Premio Qué Leer), Así empieza lo malo (Mejor Libro del Año en Babelia) y Berta Isla (Premio de la Crítica, Premio Dulce Chacón, Mejor Libro del Año en Babelia, en Corriere della Sera y en Público de Portugal); de las semblanzas Vidas escritas; de los relatos reunidos en Mala índole y la antología Cuentos únicos; homenajes a Cervantes, Faulkner y Nabokov, y veinte colecciones de artículos y ensayos. En 1997 recibió el Premio Nelly Sachs; en 1998 el Premio Comunidad de Madrid; en 2000 los Premios Grinzane Cavour y Alberto Moravia; en 2008 los Premios Alessio y José Donoso; en 2010 The America Award; en 2011 el Premio Nonino y el Premio de Literatura Europea de Austria; en 2012 el Premio Terenci Moix; en 2013 el Premio Formentor; en 2015 el Premio Bottari Lattes Grinzane; y en 2017 el Premio Liber, todos ellos por el conjunto de su obra. En 2016 fue nombrado Literary Lion por la Biblioteca Pública de Nueva York. Entre sus traducciones destaca Tristram Shandy (Premio Nacional de Traducción 1979). Fue profesor en la Universidad de Oxford y en la Complutense de Madrid. Sus obras se han publicado en cuarenta y seis lenguas y en cincuenta y nueve países, con casi nueve millones de ejemplares vendidos. Es miembro de la Real Academia Española.
--Ce texte fait référence à l'édition kindle_edition.Revue de presse
Détails sur le produit
- ASIN : B00634ISRY
- Éditeur : ALFAGUARA (6 avril 2011)
- Langue : Espagnol
- Taille du fichier : 7831 KB
- Synthèse vocale : Activée
- Lecteur d’écran : Pris en charge
- Confort de lecture : Activé
- Word Wise : Non activé
- Nombre de pages de l'édition imprimée : 495 pages
- Classement des meilleures ventes d'Amazon : 151,073 en Boutique Kindle (Voir les 100 premiers en Boutique Kindle)
- 387 en Littérature en espagnol
- 6,862 en Espagnol
- 8,928 en Littérature en langues étrangères
- Commentaires client :
À propos de l'auteur

Découvrir d'autres livres de l'auteur, voir des auteurs similaires, lire des blogs d'auteurs et plus encore
Les clients qui ont lu ce livre ont également lu
Commentaires client
Les avis clients, y compris le nombre d’étoiles du produit, aident les clients à en savoir plus sur le produit et à décider s'il leur convient.
Pour calculer le nombre global d’étoiles et la ventilation en pourcentage par étoile, nous n'utilisons pas une simple moyenne. Au lieu de cela, notre système prend en compte des éléments tels que la date récente d'un commentaire et si l'auteur de l'avis a acheté l'article sur Amazon. Les avis sont également analysés pour vérifier leur fiabilité.
En savoir plus sur le fonctionnement des avis clients sur AmazonMeilleurs commentaires provenant d’autres pays




worth persevering though but not a patch for me on "Dime quien soy".
I know it has ben showered with litterary prizes the world over but it did not do it for me.
i was especially disappointed with the Cuban part as it might as well have been happening anywhere in the world: no feel for that country or its people came through the writing.
Lots of anguish and repetition, it feels more like an exercise in style than a novel you are always aware of the author writing process which is not why I read a novel ( when i want this I read an essay)
the premise of the story is good and you are intrigued as to why a beautiful young woman would kill herself in such a manner.
There is also a good psychological study of the male psychee regarding father figure/ desire/guilt/women/sisters....
but it does not make for a novel for me rather a study in...
Again it might have to do with my grasp of the Spanish language at that level....?

O enredo traz-nos a história, narrada predominantemente em primeira pessoa, de um jovem casal de tradutores (ou interpretes) espanhóis que vivem suas vidas ao lado da presença do pai do rapaz, que aparentemente esconde um segredo. O livro começa com uma insólita narrativa de um suicídio. A tensão instalada nesse início, contudo, dissipa-se no livro. A primeira esposa do pai do rapaz é quem se suicida... contudo, essa primeira esposa é também sua tia, já que depois do ocorrido, ele, pai, casa-se com a irmã dela (tia) que vem a ser sua mãe. Intrigado, contudo, fica o rapaz quando um amigo comum, a ele e ao pai, o relata que o velho havia enviuvado duas vezes, logo, sua tia não havia sido sua primeira esposa. Apesar do tom rocambolesco, a história se sustenta. Contudo, o "plot" não é o atrativo deste livro e sim as ideias que nas imersões psicológicas são discutidas pelo narrador-personagem. A tensão do livro mantém-se entre o saber e o não saber, entre a possibilidade da vida, feliz ou não, como resposta a essa questão. Como em Machbeth de Shakespeare, onde o sucesso é definido como a capacidade de esquecer as coisas e, assim, "wear a heart so white".
Mas o livro é mais... é uma longa jornada do narrador, entre hesitações e vontades, entre investigações e descobertas involuntárias (as mais devastadoras, pois não se pode "dessaber" o que se soube), em busca das explicações sobre a morte da primeira mulher de seu pai, o que poderia tornar a figura dele, pai, modificada na mente do jovem casal.
É, também, como já li algures sobre Marías (este veio a ser meu primeiro contato com sua obra), um livro para "escritores", um livro sobre técnicas narrativas complexas, oscilando tempos e realidades, reforços narrativos por via pleonasmo. Uma aula de escrita, mas que pode cansar quem não tem o hábito de ler longas divagações (o que me fez tirar uma estrela na avaliação).
Por fim, quanto à edição, ela é decente, já que é de bolso. A tipografia e o papel não prejudicam a leitura e o formato relativamente pequeno é ideal para deixar na mochila e ter sempre a mão.
Recomendo.